Cecilia Coloma

Ustedes son los papás

06.09.2023
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Una tarde cualquiera, mis hijos se pusieron a jugar con el control remoto. El que lo tenía en su poder comandaba las acciones de los otros, y así ellos debían quedarse “congelados” con el botón de parar, subían o bajaban el volumen de su voz y caminaban más rápido si apretaban “adelantar”.

Mientras me reía de sus ocurrencias, pensaba: “¡Qué fácil sería la maternidad si los niños obedecieran cada orden que se les diera en el momento y sin reproches!”. 

Lo que no sabía es que al parecer muchos tienen ese control al cual algunos no tenemos acceso, ya que son infinitas las veces que he escuchado la frase: “Ustedes son los papás”, en un tono displicente al no ser obedecidos en el acto por nuestros hijos.

Recuerdo, por ejemplo, cuando al año y medio llegó mi hijo llorando y diciendo: “Mamá, patitas”. Al ver sus pies, me di cuenta de que había pisado un cactus. Y aunque intentamos mucho rato sacarles nosotros las espinas, optamos por ir a la clínica en busca de un anestésico o algo que lo pudiese ayudar con el dolor. 

Al llegar allá, el doctor de turno nos explicó que simplemente habría que sacar las púas con pinzas, que sería algo fácil. Le explicamos que no lo conocía. Y que a pesar de sus 10 kg, definitivamente sencillo no iba a ser. Entonces nos soltó la ya repetida frase. Algo molestos, le respondimos que entonces por favor lo hiciera él. Luego de algunos minutos, el doctor pidió refuerzos a dos enfermeras. Una hora después, nos fuimos con nuestro hijo y su pie sano, dejando atrás a un agotado equipo médico que no podía creer la fuerza y determinación de ese niño que apenas caminaba, pero que sabía luchar contra lo que no le gustaba.

Años más tarde, viviría lo mismo ante la insistencia de mi hijo de usar bototos en pleno verano, al cerrar la boca fuertemente cuando no quería comer más, a su negativa absoluta a ponerse un termómetro y una larga lista de situaciones donde nos miraban con ojos en blanco frente a nuestra “ineptitud” como padres. Con mi marido, fuimos haciéndonos cada día un poco más inmunes a esas miradas, seguros de que en realidad la autoridad no se impone a la fuerza y que hay niños que simplemente nacen más dóciles y otros… pues nos enseñan a despertar toda nuestra creatividad y paciencia.

Tiempo después vivimos otra situación incómoda, esta vez con mi hija. Tenía 3 años, era su primer viaje en avión y luego de muchas horas, mal dormir y bastante incomodidad, cuando íbamos a aterrizar ella se negó a ponerse el cinturón. Nosotros intentamos primero convencerla, pero no resultó. Comenzamos a ponernos nerviosos y ante la urgencia de la situación, caímos en el chantaje, pero aún así su actitud no cambió. Finalmente, debimos ponerle el cinturón a la fuerza, pero ella se arqueaba, se movía, gritaba. 

Por supuesto que entiendo el malestar de los otros pasajeros y comprendo a quienes para sus adentros despotricaban en contra de nosotros. Quizás en su situación yo haría lo mismo si viese que los papás evaden su responsabilidad, pero no era el caso.

Todos veían que estábamos desesperados. Que intentábamos bajar la intensidad de la emoción, mientras nosotros mismos sólo sentíamos cada vez más angustia y vergüenza, escuchando comentarios horribles. Prometo que si hubiese tenido un control remoto para mi hija, no hubiese dudado en usarlo. Pero para ponerle “stop” yo sabía que la única forma era lograr conectar con ella y poder calmarla de a poco; retarla o gritarle solo hubiese empeorado la situación. Finalmente, todo terminó en una turbulencia que hizo que el avión se moviera fuertemente, lo que asustó tanto a mi hija que se quedó callada. Para mi sorpresa y dolor, muchos aplaudieron, rieron y gritaron frases avergonzándonos. Todas, por supuesto, lanzadas al aire y sin mirarnos.

Hace un tiempo conocí a una persona que era una entre varios hermanos. A ella era a la única que le pegaban en la casa, ya que era quien se enfrentaba a sus papás y les nombraba las injusticias que cometían, mientras el resto callaba y bajaba la mirada. Ella sabía perfectamente que su “rebeldía” le costaría caro cada vez, pero no concebía obedecer a órdenes que no le hacían sentido. Seguramente, esos papás eran aplaudidos por lo “obedientes” de sus otros hijos, y eran señalados como ejemplo de buenos padres, cuando en realidad solo tenían varios hijos con un temperamento más “fácil” o que quebrantaron en base al miedo.

Al final del día, nuestro trabajo es educar a cada hijo para potenciar sus habilidades y encauzar aquello que les cuesta más, pero tratándolos siempre con respeto y entendiendo que la infancia es el periodo para aprender a autorregularse, debiendo nosotros modelar el cómo regulamos nuestras propias frustraciones y controlamos los impulsos. Nuestros hijos no nos harán caso siempre solo porque se lo digamos. Está bien tener un temperamento más suave y perfectamente bien tener uno más fuerte, aunque eso signifique un mayor desafío para los padres. Aunque a veces queramos tener un control remoto, no siempre es “buen” padre o madre el que parece tenerlo.

Escrito por

Profesora Básica UC y Registered teacher en Music Together, programa internacional de Estimulación Musical Temprana. Con la maternidad, su interés por estas áreas se vio aumentada y encauzada por la inclusión y la convivencia escolar, gracias al diagnóstico de uno de sus hijos.

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