Ivanna Donoso

Todos los caminos llevan al Costanera Center 

22.12.2023
compartir
Fb
Tw
In
Wa

Dicen que los amateur son los que realmente aman las cosas. Amar por decisión, no de enamoramiento. Yo he decidido amar la incontrolable y vertiginosa acción de llorar en variados medios de transportes; trenes, aviones, buses, bicicletas, barcos, taxis, carretas.

Mis primeros llantos fueron en el terminal de Estación Central, un lugar común de despedidas. Recuerdo llorar a través de la ventana despidiéndome de mi papá. Movía mi mano de derecha a izquierda de manera infantil mientras el bus arrancaba. Se me caían unas lágrimas pocas que luego olvidaba; en la carretera me esperaba un largo viaje a Yumbel.

El 30 de noviembre de 2005 se inauguró el primer tramo de la Línea 4, que comprendía el segmento subterráneo entre las estaciones Tobalaba y Grecia, y en viaducto entre Vicente Valdés y Plaza de Puente Alto. Lágrimas de felicidad. El trayecto entre Grecia y Vicente Valdés fue habilitado el 2 de marzo de 2006, lo que redujo el tiempo de traslado a 40 minutos. Tiempo ganado. Originalmente, y antes de la implementación del Transantiago, mi recorrido hacia el metro siempre fue en la 366, una micro amarilla que llegaba al shopping del 14 o en la Metro Bus MB74, que pasaba en la esquina de mi casa en Nonato Coo. 

Cuentan que una vez a la actriz María Félix le preguntaron por qué vivía en París y no en México, si tanto le gustaba. Su respuesta fue que a la ciudad le faltaba metro.

El chisme dice que gracias a ese comentario se comenzó a gestar la idea de construirlo en el DF. El metro de Chile fue orgullo nacional. Mi papá me llevó a conocerlo como una turista, haciendo el trayecto de Bellavista, de La Florida hacia Quinta Normal. Se podía mirar la cordillera desde arriba. 

Llorar es distinto ahora, cuando se es grande y debes trasladarte en micro o en metro al trabajo o a otras labores sociales. Los niños te miran. Una vez lloré en la 516 cuando vivía en la Comunidad ecológica. No había nadie a excepción de mí y de un grupo de tres chicas sentadas cerca de las puertas traseras. Me vieron llorar de forma animal, a mares, a moco tendío. Eran casi las 12 de la noche y una de ellas, preocupada, se paró y me preguntó si estaba bien.

Yo tenía puestos mis audífonos, pero la batería del teléfono se me había acabado hace horas, por lo que mi llanto era musicalizado por el ruido ambiental del trayecto.

Entre sollozos le respondí qué sí. ¿Por casualidad tenís confort? Ella no tenía, pero una de sus amigas revisó su bolso meticulosamente hasta encontrar un pequeño rollo de papel higiénico que me permitió continuar mi travesía del llanto.

Viví cuatro años en la comuna de El Bosque, en el Paradero 38. Cambié la 210 por la 201. Hace unas semanas fui a la feria de allá; llegué a la estación Copa Lo Martínez, entré por Av. Padre Hurtado (ex Los Morros) caminando en dirección hacia Gran Avenida. Qué emoción la extensión de la línea 2 del metro que llega hasta el Hospital del Pino, la siento un hito. Uno que solo podría ser valorado por una persona que ha cruzado toda su vida las calles del Gran Santiago. Una persona que ha derramado algunas cuantas lágrimas en el transporte público, mirando a través de la ventana.

El anillo que rodea la ciudad marcando los suburbios es el inicio de la aventura. Se podría decir que la vida comienza cuando cruzas Américo Vespucio. Y pese a que el metro sigue conectando la ciudad a través de sus combinaciones, lo único certero es que todos los caminos llevan al Costanera Center.

Escrito por

Ivanna Donoso es autora, actriz y performer. Ha participado en diversas exposiciones, realizado ponencias de arte y cultura pop y publicado obras de narrativa, poesía y música. Actualmente vive en la Ciudad de México.

Relacionados

compartir
Fb
Tw
In
Wa