Ivanna Donoso

¿Cuánto vale el show?

11.04.2024
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Todos somos parte del circo. Hay circos y circos, unos más entretenidos que otros. Pero siempre tomar el dinero y correr, es parte del juego.

La noticia de que Rodrigo Lira se quitó la vida se hizo pública casi para el Día de los Inocentes. Parece broma, pero así es la comedia. El 26 de diciembre de 1981 también era el día de su cumpleaños. Dos meses antes se había presentado en “Cuánto vale el show” a declamar un monólogo de Otelo de Shakespeare y Yolanda Montecinos fue la más acertada con sus comentarios. Con el dinero de su performance se compró una bicicleta. 

En el programa “Alfombra Roja” -en plena democracia y transmitido por el ex canal católico-, había un concurso de talentos donde apareció Patrón Harding Sebastian Coolboy. El joven tocó una canción de su autoría con guitarra. Su calidad interpretativa nunca estuvo en duda, pero la tortura vino después por parte del conductor del espacio, Eduardo Fuentes, quien con una brutalidad de secundaria interrogó a Coolboy. El concursante, respondiendo con total honestidad, sólo recibió burlas, risas y el total descreimiento de sus palabras y su arte. De seguro en el día de hoy eso podría ser motivo de denuncia al Consejo Nacional de Televisión. No por nada el video completo ya no figura en redes.

La exposición tiene un costo, subirse al columpio es gratis. Así que hay que hacer de tripas corazón y seguir.

La obra de Rodrigo Lira -quien se hacía llamar así mismo un manipulador del lenguaje-, llegó a mis manos por medio de fotocopias, junto con la mitología de que en el Pedagógico existían agujeros esparcidos por las inmediaciones de distintas profundidades y diámetros que él había hecho, y de esto existe un plano. Nadie imaginó que su última aparición en televisión sería en un programa donde criticaron y monetizaron su performance y que luego, dos meses después, se quitaría  la vida cortándose las venas.

Cuando Andy Warhol dijo que todos tendrían sus 15 minutos de fama, ¿se habrá referido a la funa? Todos quieren que los publiquen, todos quieren ser pirateados y vendidos en la cuneta del Portal Lyon, el Paseo Ahumada o el Persa Biobío. Todos queremos amar y ser amadísimos. Pero lo que nadie sabe es que escribir es una tortura y que te publiquen no significa nada, tampoco te están haciendo un favor. 

Te pueden editar con la punta del pico en un mundo de tulas, porque así es el mundo de la literatura: hay que batirse a duelo, hay que ceder y hay que aprender a ser diplomático. También hay que asumir que ganar el 10% de la ventas es normal y que para vender libros en cantidades estratosféricas tienes que ser influencer o ex algo. Bueno, como es de conocimiento popular: yo no soy ex de nadie, si terminamos no te conozco; si te vi, ya no me acuerdo; y si no me acuerdo, no pasó. Así que volvamos al viejo estilo de los apellidos, porque lo que se hereda no se hurta. Y yo tengo uno bueno y lo voy a usar.

Pienso que escribir sin firmar con mi nombre, de alguna forma, me expone menos. Hace años que escribo un manuscrito que nadie ha querido leer y estoy dispuesta en este show a pasar sin pena ni gloria. Finalmente, voy a cumplir publicando estas pequeñas crónicas en este medio independiente. 

Llámenme cobarde, pero no me queda tiempo para perder. Y para seguir en el juego de la vida, ese tiempo se paga con dinero.

Rodrigo Lira tiene una antología de poemas con su nombre y Coolboy es el autor de las líneas que serán mi prisión, porque los hechos son piedras duras.

Escrito por

Ivanna Donoso es autora, actriz y performer. Ha participado en diversas exposiciones, realizado ponencias de arte y cultura pop y publicado obras de narrativa, poesía y música. Actualmente vive en la Ciudad de México.

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