Ivanna Donoso

Artista desconocido – desconocido 

29.08.2023
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Cuando existía la Feria del Disco, en sus muros habían discman con audífonos donde podías escuchar música. Sus CDS tenían un sticker holográfico que demostraba que se trataba de discos 100% originales, no piratas como los míos.

Yo tuve y tengo cassettes. Los discos eran difíciles de robar, ya que los metían adentro de otra caja plástica muy blindada con alarmas. Básicamente, las mecheras vieron ahí una mina de oro, revender o piratear era la jugada. Porque a pesar de la dificultad, no era imposible salir con una joya musical en la cartera. 

En el Sello Azul se hacía un concurso anual para nuevos músicos. Las bandas o solistas tenían que mandar una maqueta de su disco y el premio era un contrato, la edición de mil copias y la producción de un videoclip. La primera vez que hice la recepción, llegaban cinco copias con los nombres de las y los postulantes, quienes completaban una ficha que se ingresaba y se le hacía llegar al jurado. 

Comencé a trabajar en ese sello el año que ganó Teleradio Donoso y sacaron Gran Santiago. Me gustaba ese disco. Veía conciertos gratis y gastaba mi sueldo en ir a otros conciertos.

De hecho, me gasté más de 40 lucas (algo que no volvería a hacer) en ir a ver a Bjork a San Carlos de Apoquindo, lugar que no había pisado jamás en mi corta y juvenil existencia. Fui feliz de poder escuchar su voz. Hacía frío y yo fumaba. La vuelta fue lo peor; tener que bajar. Recuerdo que el papá de una amiga me dejó en Escuela Militar y ahí me las arreglé sola. Finalmente, los colectivos siempre te dejan en la puerta de tu casa.

Un verano -cuando vivía en la Villa Frei y la meta de emanciparme ya estaba lograda-, pasé los últimos meses del año trabajando en una feria de productos nacionales handmade Chile en el Parque Bicentenario, que estaba recién estrenado. Era a un costado de la Municipalidad de Vitacura, una hueá complemente inhóspita para mí, pero llegaba la 405. Ahí conocí la calle Alonso de Córdova, sin cachar absolutamente nada de lo que significaba. 

En esa feria vendí el catálogo del sello Alerce-La otra música, que fue lanzado en plena dictadura con una amplia colección de Canto Nuevo, música popular nada que ver con la UDI popular. Tenían a Eduardo Peralta, Quelentaro, Mecánica Popular y también Quilapayún, aunque su mayoría eran de Odeon, menos la cantata de Santa María de Iquique. Esa era del sello Dicap. 

Conocía muy bien el sello del arbolito, porque en mi casa había unos cassettes. Eran muy lindas sus carátulas.

Me acuerdo que Jorge González dijo en una entrevista que le encantaría tener un cassette con Sello Alerce, y así lo hizo cuando lanzó el disco Mi destino, confesiones de una estrella de rock, la previa a los updates, en 1999.

Trabajé en más cosas relacionadas a la música. Vendí el libro Se oyen los pasos de Gonzalo Planet en el Cine Arte Alameda, y me lo regalaron para su lanzamiento. Leyendo aprendí muchas cosas de la Generación Beat y la psicodelia en Chile; el festival Piedra Roja, Los Mac’s, Los Vidrios Quebrados, Los Blops. Los que trajeron esas influencias a Chile eran principalmente cuicos. Las chicas vestían pantys de colores, fumaban marihuana, en sus viajes compraban discos y se juntaban en el Coppelia. 

En una Feria del Libro, en la que estuve en el stand de la SCD, me leí todos los libros de Los Prisioneros. Mi favorito es Corazones Rojos, de Freddy Stock, una biografía no autorizada. Lo pasé bien visualizando la telenovela de los chicos del barrio convertidos en estrellas de rock, la culpa y debilidad por las artistas contemporáneas del barrio alto y la eterna rivalidad entre Narea y González, teñida por una historia de amor y traiciones materializada en su álbum Corazones (1990).

Finalmente, el disco se acabó. 

El libre albedrío de música y la expulsión de la figura de los sellos discográficos hizo que los discos se fueran a la B, y con eso también mi trabajo.

Aparecieron Myspace, Soulseek, los troyanos de ares. El mp3 cargado con artista desconocido, Ladytron y el regreso de Los Prisioneros con Manzana. Mientras tanto, Ricardo Lagos terminaba de rematar/concesionar/vender los últimos recursos del país. Sonaba en la Rock and Pop Soy electrónico, de Magmamix, y en mi vida el concepto de rave cobró vida, no irónicamente.

Fui a mi primera fiesta de música electrónica en la vía pública, llamada Love Parade, el verano del 2005. No me tomé una pasti, pero llevé una botella con agua porque era enero y hacía mucho calor. Pasaron los bomberos tirando agua y la gente bailaba feliz en las calles cerca del Parque Forestal y en el frontis del Museo de Bellas Artes. Había camiones con djs y hasta tocó Ricardo Villalobos. Yo ni lo conocía, pero tocó. El lema del evento era “sal a la calle y baila”. Música gratis y personas en las calles sin pacos terminando con la diversión. Hicimos ocupación del espacio público, que nos pertenece. Se cumplía el sueño chileno de las grandes alamedas, abiertas con sub bajos atrapantes.

Un par de años trabajé ofreciendo asesorías de música en plataformas digitales en la Feria Pulsar en la Estación Mapocho. Variedad de stands de sellos independientes, instrumentos, Dj school, Projazz.

Los músicos ya no estaban ni ahí con el sueño de ser descubiertos.

Volvían al hágalo usted mismo, subían su música a Soundcloud o Bandcamp y recibían dinero de forma un poco más directa, sin tanto recorte.

EMI y Universal estaban broke hace rato. ¿A estas alturas ya no había plata? ¿Acaso alguna vez hubo? El negocio de la radio y la televisión siempre está pagado por la publicidad, nada nuevo bajo el sol. 

La fantasía de los 90 se rompió; se fueron abajo todas las ideas de una historia diferente y esperanzadora bajo el alero de la Concertación. La industria no existe. Y una parte del juego es ir a buscar las migajas de los fondos concursables, en cualquier disciplina artística. 

Cuando me “gane” un fondo para hacer un libro, la portada será el logo del gobierno, sin atao. A veces solo debes escuchar a todo volumen artista desconocido – desconocido y seguir con tu vida.

Escrito por

Ivanna Donoso es autora, actriz y performer. Ha participado en diversas exposiciones, realizado ponencias de arte y cultura pop y publicado obras de narrativa, poesía y música. Actualmente vive en la Ciudad de México.

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