Fijación oral

25.06.2024
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“¿Qué novela o cuento le darías a leer a alguien que no supiese nada de historia oral?”, me preguntó un amigo, luego de que le hablara demasiado sobre ese formato.

Lo pensé unos segundos y, algo avergonzado, evadí la respuesta recomendando un predecible clásico del género —El Otro Hollywood: Una Historia Oral y sin Censurar de la Industria del Cine Porno de Legs McNeil y Jennifer Osborne— y diciendo un par de ideas vagas.

Mi amigo afortunadamente no notó mi incomodidad, pero yo en cambio me quedé con esa sensación de sentirme atrapado y rumiando una respuesta.

Ahora, tal vez demasiado tiempo después, pienso en el pulso desbordante y dubitativo de “Pelando a Rocío”, cuento incluido en el volumen Sobredosis de Alberto Fuguet: “Eso de que la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, es verdad. Te juro. No puede ser más cierto, cosa de fijarse en la Rocío Patiño no más. Pero déjame empezar de cero… No puedo ser tan maricona, si esto es súper serio, trágico, te juro. No me hagái reír”.

La narradora, con la liviandad que entregan algunos gin tonics en el cuerpo, ajusta cuentas con una memoria que se le escapa: “Ismael supo ene rumores sobre la Rocío, no sabía qué creer: que estaba fuera de Chile —ojalá, te digo, ojalá—, pero también que la vieron en Valparaíso (…) que trabaja para la embajada de Paraguay, que era del MIR, del Frente, que fue una traidora, una sapa, una mártir, que realmente murió, que murió por la causa, que no murió”.

Y cierra con, tal vez, una frase que contiene el espíritu de una historia oral: “¿Y tú, galla, qué creís?”

El concepto de historia oral como género de investigación fue acuñado en los cuarenta por la Universidad de Columbia, siendo definido por su mismo diccionario como “la recolección de información histórica a través de entrevistas, generalmente grabadas en cinta y a veces en video, a participantes u observadores significativos de eventos o épocas determinadas”. 

El método alcanzó popularidad en los sesenta y setenta, transformándose en un género fundamental en Estados Unidos para retratar movimientos sociales, como la lucha por los derechos civiles, el feminismo y las protestas contra la Guerra de Vietnam. El fácil acceso a grabadoras, gracias a los precios económicos, hizo lo demás.

En ese camino, en Estados Unidos la historia oral rápidamente desbordó a las ciencias sociales y el periodismo la absorbió hasta fundirse con ella, emergiendo libros icónicos como Por Favor, Mátame: La Historia Oral del Punk, de Legs McNeil y Gillian McCain; pero también artículos rápidos y urgentes en sitios de cultura pop que exploran el formato: desde historias orales sobre el nacimiento de un meme en Mad Men, pasando por una sobre el zapatazo a George Bush en Bagdad en 2008, hasta otra sobre el episodio “The Contest” de Seinfeld.

Hay algo en el formato, una brutalidad secreta, que es particularmente eficaz en captar las tensiones, visiones de mundo y códigos contrapuestos. Existe una riqueza en la imprecisión de los recuerdos, en contrastar, a veces con poca compasión, las visiones y versiones de las fuentes.

En esas opiniones viscerales, no carentes de silencios, el formato va generando una trenza que evita toda complacencia con ellas porque, de cierta forma, recordar es también una sobremesa llena de pelambres.

Así lo entendió muy bien Rodrigo Fluxá con su impecable Gente Común. Una Historia Oral de la Blondie, en que el mito de la discoteca de Estación Central se va mezclando con fricciones familiares y las heridas de guerra de quienes la convirtieron en un ícono.

También Paul Perry con Fear and Loathing: The Strange and Terrible Saga of Hunter S. Thompson, donde diversas fuentes demuelen cualquier construcción de mito del periodista y lo proyectan como un antihéroe tan incómodo como entrañable.

Por el contrario, Patricio Zunini en Fogwill, una Memoria Coral, hace fintas a la familia del escritor argentino y a sus aspectos más polémicos para concentrarse en los recuerdos de sus amigos, editores y escritores que lo trataron.

Por supuesto, dentro del formato hay múltiples mini corrientes y experimentaciones luminosas que llevaron al género a otros lugares. Para gustos, colores.

Svetlana Aleksiévich, autora bielorrusa y la primera periodista en obtener el Premio Nobel de Literatura en 2015, ha escrito historias orales como El fin del “Homo sovieticus”’, Voces de Chernóbil, La guerra no tiene rostro de mujer o Los muchachos de zinc, que funcionan como un gigantesco fresco de la caída de la Unión Soviética, pero también del alma rusa y sus motivaciones.

Ahí Aleksiévich se despercude de cierta grandilocuencia de la historia rusa para poner en primer plano las emociones, porque nada más importa que hacerle justicia a voces moldeadas bajo el sufrimiento en un país que ya no existe.

Otra búsqueda es la que emprende Lizzy Goodman en Nos Vemos en el Baño: Renacimiento y Rock and Roll en Nueva York, 2001-2011, que sigue la explosión de bandas como The Strokes, Yeah Yeah Yeahs o LCD Soundsystem, pero en realidad es una carta de amor a una ciudad que no deja de cambiar, a una juventud ya inexistente.

“Buscábamos aquello que antes que a nosotros había seducido a Charlie Parker y a Bob Dylan, a Lou Reed y a Madonna, algo con lo que yo soñaba en Nuevo México, algo que quedó sintetizado para nuestra generación en el gemido de la guitarra de Nick al comienzo de ‘New York City Cops’ y en el alarido primario de Karen O en ‘Our Time’ y en la desesperación íntima y cómica de James Murphy en ‘Losing my Edge’. Todos perseguíamos a la ciudad de Nueva York. Y durante esos años mágicos conseguimos atraparla. Este libro es un intento de capturar lo que nos hizo sentir”, apunta Goodman en el prólogo. 

Hay algo vivo en las historias orales, una especie de campo de batalla en que cada fuente pone a pelar sus recuerdos, reclama su autenticidad y dominancia por sobre las otras.

Expulsar ciertos fantasmas de la memoria que van entrecruzándose y componiendo un relato íntimo, que en algún punto, a pesar de las diferencias, termina por encontrarse.

¿Y tú, galla, qué creís?

Escrito por

Javier Correa es periodista y co-escritor del libro Nunca Cumplimos 30. Una Historia Oral del Canal 2 Rock & Pop (2018). Actualmente escribe de cultura pop en Barroquita.com

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