Dominique Karahanian

¿Hay que sobre-vivir al fin de año? 

29.12.2023
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1 de diciembre y mi WhatsApp se llena de mensajes. 

—Tengo muchas ganas de verte, pero estoy sobrevendida de aquí al Año Nuevo.

—No puedo creer que se fue el año y no he hecho nada de lo que me propuse. 

—Estoy hecho bolsa, sólo quiero cerrar los ojos y que sea 31 de diciembre.

—Este año nos toca a nosotros hacer la Navidad y ya me agoté. 

—Tengo que ir a la fiesta de la pega y me tocó mi jefe de amigo secreto. ¡Qué estrés!

Cierro la aplicación y me doy cuenta los altos niveles de autoexigencia que nos ponemos a fin de año. Yo misma hago un balance que, aunque me niego, hago en piloto automático, porque necesito ordenar mi cabeza y revisar cuáles fueron los hitos importantes de mi año. No tengo tiempo. Tengo que correr, organizar lo que viene, planificar las vacaciones, lo que quiero de mi 2024 y mi mente tampoco para. 

Y ahí se hace clara la autoexigencia, que no es exclusiva mía, sino parte integrante de la cultura en la que estamos insertos.

Es esa autoexigencia la que nos llena de frustración, rabia, pena o culpa por no cumplir con las ideas que tengo de mí. ¿Cómo sentirse culpable por no lograr lo que se supone deberías haber hecho, o no lograr disfrutar por lo que te has esforzado? Bajo esa mirada, solo logramos focalizarnos en los errores, sintiendo que nunca es suficiente.

Un pelo más para esta sopa de la autoexigencia es el fin de año y las expectativas asociadas. ¿Qué pasa que nos auto exigimos tanto en estas fechas? ¿Cómo es que siempre entramos en este ritmo que nos deja sin aliento y con ganas de soltar la toalla?

Creo que, como sociedad, nos sumergimos en un torbellino emocional que nos remueve. Aquí es cuando recordamos fiestas pasadas, con buenas o malas experiencias; personas queridas que ya no están; o simplemente situaciones que no queremos volver a mirar, pero que aparecen en esta nube de nostalgia. 

Aunque no se quiera, el ambiente -la publicidad y las redes especialmente- te recuerdan que tienes que ser feliz estos días y además, hacer que todo luzca bien. Que hay que encontrar el regalo perfecto para esa persona que tanto me importa, que hay que sostener conversaciones difíciles que repararán una relación dañada, que hay que generar un espacio armónico en la familia. Que no falte nada, que no sobre nada. Un enredo. 

Pero, ¿Qué pasa si no quiero celebrar? ¿Qué pasa si me voy de la ciudad esos días? ¿Qué pasa si no cumplo con esas expectativas que ni siquiera he cuestionado?

¡No pasa nada! El fin de año es un período que podemos mirar con ojos más compasivos, desde el agradecimiento, y que nos puede ayudar a profundizar en nuestras relaciones y sentirnos más conectados con los demás y nosotros mismos. Así, es perfectamente esperable y humano ponerse nostálgico o triste, porque las emociones son dinámicas; y es sano darse el espacio para sentir lo que estamos sintiendo.

Ahora, ¿es fácil terminar con esa autoexigencia? Sin duda, no lo es, pero partir tomando consciencia que estás parado en esa vereda, puede ayudarnos a mirar con distancia y ver lo absurdo que terminan siendo esas expectativas inalcanzables.

Escrito por

Dominique Karahanian es psicoterapeuta de parejas, familias e individual y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica.

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