Dominique Karahanian

Fin de año: El ritual que se repite 

15.12.2022
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Cuando era chica y leía revistas, fijo que en la primera quincena de Diciembre salían notas de fin de año. ¿Qué esperas del año que viene? ¿Cómo estuvo tu año?

Era un ritual que se repetía año a año, pero me costaba mucho entender por qué la gente adulta tenía que hacer un balance. Detenerse y pensar en lo que hizo y lo que queremos del año venidero me parecía absurdo, raro. Sinsentido. Sin embargo, fui adoptando el ritual en la medida de que fui creciendo como una suerte de cábala para poder empezar el siguiente año “Foja cero”.

Cuando me pidieron esta columna, pensé caer en la tentación de escribir sobre esos rituales; cuáles se repetían y qué nos pasaba con aquello. Pero creo que Google (como le digo a mis estudiantes) sabe mucho más que yo e internet está plagado de consejos de fin de año. Hoy me permito detenerme en lo ritualístico de fin de año, fin de ciclo, fin de algo que no está en mis manos que ocurra o no. En eso que va más allá de mi deseo. Me detengo a reflexionar en eso que hacemos sin pensarlo, en automatismos que adoptamos sin chistar. Porque así son las cosas y punto. 

Sostengo que tenemos la fantasía de que el siguiente año será mejor, por eso le ponemos tanto empeño en hacer nuestra lista de deseos (así como el Cornershop espiritual) porque con sólo intencionarlo, ocurrirá.

En ese sentido, me hago cargo de que la disciplina que ejerzo ha colaborado bastante en ese pensamiento mágico o, al menos, no ha salido a desmentirlo categóricamente. “Pídelo y el universo (o Dios o quien sea, pero siempre un ente fuera de ti) te lo concederá”. 

Esa fantasía podría ser naif, incluso tierna, si no viéramos la avalancha de expectativas no cumplidas llegando a Diciembre. “No encontré el amor”, “no me cambié de trabajo”, “no viajé”, “no emprendí” y un largo etc. Me interesa reflexionar sobre el profundo desencanto de las vidas que muchos estamos llevando en nuestro día a día, donde para sobrevivir pulsamos nuestro piloto automático, para andar, sin contratiempos, por el camino de la vida. Sin embargo, esperamos que la vida nos sorprenda con algo que nos saque de ese camino y nos lleve donde conscientemente no nos atrevemos.

Las expectativas del año venidero, sumadas a la idea del recuento de mi año vivido, se torna en otro deber ser. En otro check más de la vida que tengo que vivir. No me lo cuestiono, debo hacerlo, porque así se vive. Se revisa lo vivido y se listan las expectativas. Mientras pienso en esto, recuerdo lo que plantea Ortega y Gasset cuando habla sobre el sentido de la vida. En palabras simples, sostiene que para mantener un sentido de vida, tenemos que establecer un proyecto de vida. Proyecto de vida que puede ir mutando, transformándose, modificándose. Pero ese proyecto es lo que nos da sentido. Y es ahí donde entiendo que lo que esperamos de lo que viene le da sentido a nuestro vivir. 

Viéndolo así y sin toda la presión externa y más banal sobre lo que está por venir, creo que cualquier momento es bueno para detenernos a pensar en lo que hemos hecho y qué esperamos de nuestro futuro.

Si quieres hacerlo un 31 de Diciembre, hazlo, pero si tienes ganas de hacerlo cuando se te ocurra, está bien también. Y si no quieres hacer un balance, sencillamente, no es algo que necesites y no estás en falta con lo que se espera de ti.

Escrito por

Dominique Karahanian es psicoterapeuta de parejas, familias e individual y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica.

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