María José Ramírez

Dejar de sabotearse con el ejercicio

08.08.2022
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Es común que cuando termina un año, un mes o, incluso, una semana, el inicio del siguiente periodo marca para muchos el comienzo de un nuevo ciclo. Esto representa una oportunidad ideal para proponernos metas y plantearnos nuevos desafíos y ¿qué mejor que comenzar por esos objetivos relacionados a nuestra salud que, hasta ahora, habíamos dejado de lado?

Una de las clásicas resoluciones es empezar con esa rutina deportiva que veníamos postergando por meses o quizás incluso por años. Aprovechamos las ofertas en los gimnasios y pagamos la inscripción por el año completo para sentirnos obligados a ir. Unas semanas después, el trabajo y las responsabilidades se interponen en la rutina deportiva y te das cuenta de que a penas fuiste consistente uno o dos meses. Ahí sientes culpa y remordimiento de tener que asumir que abandonaste tu resolución que con tanta determinación te habías comprometido a cumplir hace solo unos meses. Luego te enfocas en no pensar en toda la plata que perdiste pagando por los meses de suscripción que definitivamente no vas a usar. ¿Suena familiar?

Tendemos a creer que si solo tuviésemos más fuerza de voluntad, todo funcionaría mejor.

Sobre esto hay buenas y malas noticias. La mala es que, efectivamente, tenemos una cantidad de fuerza de voluntad limitada que se va agotando cada vez que la usamos (por eso cuando tenemos un día difícil, tiramos a la basura la idea de la alimentación sana en la noche). La buena es que la disciplina y la fuerza de voluntad que ya tenemos son suficientes para cumplir nuestros objetivos. Solo necesitamos saber cómo usarlas a nuestro favor. 

Por eso, para todos los que se han visto atrapados en la dinámica de las resoluciones de nuevo ciclo, los gimnasios y las rutinas de ejercicio que no perduran en el tiempo, es importante que sepan que lo que les hace falta no es disciplina, mejores objetivos, equipamiento, premios, castigos o amenazas que los presionen. Lo que falta es entender cómo funciona la motivación para dejar de caer en el auto sabotaje. 

Etimológicamente, la motivación se refiere a lo que te mueve a actuar. Y es un concepto clave cuando se trata de plantearnos objetivos y cumplirlos. A pesar de que hay bastante investigación sobre este tema, para la mayoría de las personas sigue siendo un misterio. Por eso muchas veces recurren a estrategias que creen que las ayudan, cuando en realidad sabotean sus metas y planes. 

Motivación de alta calidad

Lo primero es evaluar la calidad de la motivación. Porque no sólo es importante cuán motivado estás por hacer ejercicio, sino también entender las razones que tienes para hacerlo. Por ejemplo, ¿haces ejercicio porque el doctor u otras personas te recomendaron bajar de peso? ¿Porque comes mucho los fines de semana? ¿Para tener un verano sin polera? ¿Para sentirte fuerte? ¿Porque disfrutas de un estilo de vida activo? ¿Para superar tus límites? ¿Porque te gusta y lo pasas bien?

La calidad de la motivación varía según el nivel de autonomía que se percibe al hacer ejercicio. Ir al gimnasio porque el doctor te obligó, porque sientes culpa por comer o para cambiar tu apariencia son motivaciones de mala calidad porque son para otros, no para ti. Quizás incluso te ejercitas por obligación propia, porque sientes que tienes que hacerlo. Pero hacer ejercicio porque te quieres sentir fuerte, porque disfrutas de un estilo de vida activo, porque te gustan los desafíos o porque lo pasas bien son motivaciones que nacen de ti. Están alineadas con tus valores y, por lo tanto, son más autónomas y de mejor calidad. Este tipo de motivaciones te permitirán disfrutar más y mantenerte haciendo ejercicio en el tiempo. 

Según cómo percibas tus razones para hacer ejercicio, tu disposición a ir al gimnasio será diferente. Por eso, el problema no es falta de disciplina. La disciplina se vuelve necesaria cuando vemos el ejercicio como una obligación, y esto atenta con la necesidad de autonomía, saboteándote y haciendo aún más difícil cumplir con los objetivos en torno al deporte. 

Probablemente, te ejercitas por razones diferentes cada día. Algunos porque te comiste una torta de chocolate y otros porque lo pasas bien. Y quizás la mayoría del tiempo lo hagas por varias razones a la vez. Eso es normal, lo importante es que la mayoría del tiempo predominen razones de buena calidad. Pero si la motivación es de mala calidad ¿cómo cambiarla? 

Los 3 ingredientes esenciales de la motivación

La calidad de tu motivación se puede explicar según el grado de satisfacción o frustración de tres necesidades psicológicas básicas: 

  1. Autonomía: la capacidad de elegir lo que haces y/o actuar desde la culpa, obligación o vergüenza, por evitar castigos o ganar recompensas, sino desde la libertad y el disfrute. 
  2. Relación: Experimentar un sentido de conexión significativa con otros, de pertenencia a un grupo y a algo mayor a uno mismo.
  3. Competencia: Percibir que puedes superar los desafíos, que eres eficaz y creer que puedes lograr lo que te propones. 

Estas tres necesidades psicológicas son tan importantes que, incluso de forma inconsciente, hacemos lo que sea por satisfacerlas. Muchas veces implementando estrategias ineficaces y complicadas o difíciles de entender. Por ejemplo, si percibes que una o más de tus tres necesidades psicológicas básicas están frustradas, sentirás rabia y discutirás con otros; te volverás retraído y no harás ejercicio o querrás hacer todo perfecto; tu rendimiento disminuirá; compensarás comprando cosas, acumulando dinero o buscando estatus social. Puedes, incluso, experimentar problemas de salud mental como adicciones o trastornos alimenticios. 

Estas necesidades se han investigado en muchos contextos y son transversales al deporte, al trabajo, los estudios o a la familia. Por eso, cuando no estás motivado a hacer ejercicio es probable que te estés resistiendo al control de otros —o de ti mismo a través de un diálogo interno negativo— porque lo estás viviendo como una obligación. En este caso, hay una especie de rechazo al ejercicio precisamente para proteger tu autonomía. Otra de las razones puede ser que te sientas desconectado de otros y no veas los beneficios de hacer ejercicio y estés protegiendo tu necesidad de relación. O, quizás, creas que no vas a lograr resultados de forma efectiva. Te has convencido de que el ejercicio es difícil para ti y que no vas a tener éxito a pesar de tus esfuerzos. En este caso estás protegiendo tu necesidad de competencia.

Escrito por

María José Ramírez es Psicóloga de la Universidad Católica y Ph.D de The Pennsylvania State University. Se ha dedicado al trabajo con CEOs, líderes y sus equipos entregándoles herramientas para que desarrollen la mentalidad y el foco para rendir a un alto nivel en medio de la incertidumbre.

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