Pilar Kraemer

Celebrar con niños 

13.10.2022
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Siempre fui de las personas que adoraban invitar a su casa. Desde chica, en el colegio, me encantaba poner la casa para todo: para estudiar, hacer trabajos, juntas de amigas, todo tipo de celebraciones. 

Obviamente, cuando tuve mi propia casa las ganas siguieron, ahora con un nuevo componente, casi más placentero todavía; poder preparar y montar todo a mi pinta. Elegir los platos, vasos, cubiertos. Elegir cada comida y cada montaje. 

Muchas veces planificaba algo en mi casa porque quería preparar algo en especial o estrenar alguno de mis preciados objetos recientemente adquiridos. Me acuerdo, por ejemplo, cuando me compré mi loza marca Ittala, que tuve que esperar por semanas, o cuando me traje de un viaje un juego de vasos antiguos. También cuando compré mi primer set de bowls enlozados y cuando al fin encontré un cucharón que me gustó para sumar a mis implementos de cocina.

Recuerdo que, en ese entonces, disfrutaba cada parte del proceso. Desde pensar y planificar el menú, hasta hacer las compras y cocinar. Para esta última parte, me gustaba tomarme mi tiempo. Lo hacía con calma, en un par de días, para no agobiarme con muchas cosas al final. Quería tener unas horas para montar antes de llevar los platos al lugar de la celebración, pero, sobre todo, para disponer la casa (y el corazón) y recibir a los invitados.

Mientras escribo esto, recuerdo con cariño mi primer departamento y las reuniones que allí hicimos. Me gustaba ser anfitriona.

Con la llegada de mi primera hija, los tiempos y los ritmos comenzaron a cambiar un poco. Ya no tenía horas para dedicarme a lo que yo quisiera. Sin embargo, lograba planificarme y organizarme bastante bien, aunque la energía y los horarios habían cambiado. Un par de años más tarde, llegaron a nuestra vida mis gemelos. Desde ese momento sí que la vida se volvió ‘patas arriba’ y lograr combinar invitaciones con nuestra nueva realidad como familia, se hizo cada vez más pesado

Una de las cosas que más cambia con la llegada de los niños son los horarios, por lo que celebrar o compartir de noche se vuelve una tarea en sí misma. Creo que por eso en mi familia siempre celebramos a los niños en la tarde. A eso de las 16.00 hrs. o con un almuerzo. No sé por qué, últimamente  algo no me estaba calzando en estos horarios. Al comienzo, preferí el almuerzo por las siestas de los más chicos, pero con el tiempo me di cuenta de que, en realidad, no era un buen horario. Servir almuerzos se me hace muy intenso y simplemente no me da la energía. Pasado ya ese horario oficial de comida, en las tardes, se puede recibir con algo más simple. Lo bueno es que, por un lado, es una instancia que suele ser más breve y menos trabajosa, pero termina tarde. Los invitados suelen volver a sus casas cerca de las 20.00 y nadie logra acostar a los niños antes de las 21.30 o 22.00. Resultado: el día siguiente a la celebración se vuelve una tortura de cansancio y mal humor generalizado para nuestra familia.  

Buscando una alternativa para celebrar a los niños, fue que llegué al brunch: breakfast and lunch a las 11.00 am. Si bien el horario implica levantarse temprano, planificar bien lo que serviremos para poder avanzar el día anterior y dejar el montaje casi listo la noche antes, los niños están con mejor energía y, como termina temprano, tienen toda la tarde para bajar la adrenalina. En la tarde disfrutan sus regalos, descansan, hacen una buena comida antes de acostarse y se duermen temprano. 

Quizás puede parecer un horario medio complicado para muchos, porque no es un desayuno ni tampoco un almuerzo, entonces ¿qué servimos? Ahí está parte de la gracia —e incluso la ventaja— del brunch; se puede hacer de todo, dejar volar la creatividad. Muchas veces, el brunch parte similar a un desayuno y va mutando para terminar en almuerzo. Y eso abre un sinfín de posibilidades. 

En mi caso, lo que hago es montar muchas cosas juntas: dulce, salado y líquidos en un mueble grande, tipo buffet, que tengo en mi comedor. La idea es que cada invitado elija qué tipo de comida tendrá, que combine las opciones como más le acomode y se sienta en la libertad de servirse cuantas veces quiera. Otra cosa que me encanta es que se genera un ambiente muy relajado entre todos. Podemos comer en el comedor, en la terraza e, incluso, algunas preparaciones en el living o parados en el pasillo. Además, esta dinámica le permite al organizador sentarse bastante tranquilo. En mi caso, esto es un tremendo punto a favor del brunch. Solo me preocupo de reponer cada cierto rato lo que se va acabando y de servir lo que se come caliente. Labores en las que siempre me ayudan mis hermanos y mi mamá. 

Algunas ideas de lo que pongo son algún jugo de fruta, agua, café en grano y vino o champaña. Algo de fruta, que en el formato brocheta me ha funcionado perfecto -tanto para los niños como para los adultos-, algunas galletas dulces y algún queque u otro tipo de horneado dulce. Por el lado de lo salado, me gustan las aceitunas, algunos pocillos individuales con un poco de ensalada, sándwich de pan de molde vegetarianos, bagel con salmón. También algún sándwich de queso derretido o quesadillas, que siempre son un éxito con los niños, y alguna preparación con huevo, como huevo al horno u omelettes. Incluyo siempre un poco de yogurt y granola, que a mis niños les encanta y, a la vista, es súper atractivo y bonito. 

Siempre me preocupo de poner un dispensador con agua con vasos plásticos al lado, que esté al alcance de los niños, así pueden atenderse solos. Evito las papitas o chips de ese tipo porque, si los incluyo, los niños solo comen eso.

La organización es clave para disfrutar el día, sobre todo si vas a cocinar harto. Algunas ideas:

  • Puedes dejar las omelettes listas el día antes de la celebración, justo antes del momento de servirlas, las calientas en horno a temperatura media tapadas con papel de aluminio para que no se resequen.
  • Las galletas se pueden hacer varios días antes, lo importante es guardarlas en un lugar fresco, envueltas en una bolsa plástica o algún recipiente hermético.
  • Un queque, al igual que las galletas, se puede hacer mucho antes y guardar en plástico. Incluso se puede congelar y se mantiene perfecto.
  • Para las brochetas, podemos dejar la fruta más o menos lista. Lavada y cortada.
  • Los sándwich de queso derretido también se pueden dejar listos el día anterior, porque el pan no se remoja. Importante es dejarlos envueltos en plástico para que no se resequen.
  • Los rellenos para los demás sandwiches, también pueden dejarse listos. Así, al momento de armar, todo anda mucho más rápido.   

Es en este nuevo formato de la mezcla desayuno-almuerzo donde he logrado reencontrarme con el gusto por invitar. Porque la mayoría de las veces, cuando planificamos una celebración familiar, tendemos a pensar en la comodidad de nuestros invitados o en lo que a ellos les gustaría más, aún cuando eso no coincida con nuestra comodidad. Por eso, me costó un par de años darme cuenta de que, en realidad, la que tiene que estar cómoda para celebrar en casa, es una. Y que las personas que son importantes en nuestra vida, aquellas con las que mantenemos relaciones profundas, van a asistir felices sin importar el horario o el lugar.

Escrito por

Diseñadora de la Universidad Católica de Chile y desde el inicio su camino profesional ha estado marcado por la combinación de dos de sus pasiones: el diseño y la comida. Mientras estudiaba, junto a su hermana Isidora crearon Clementina, un servicio de banquetería y estudio creativo. El 2022 fue co-autora de Emocionario, su primer libro de recetas que recupera antiguas preparaciones familiares.

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