Fernando Mendoza

Turquía: maldita corrupción

01.03.2023
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El terremoto de 7,8 grados que azotó el sur de Turquía y el norte de Siria a principios de febrero se ha transformado en uno de los desastres naturales más mortíferos de la última década.

Hasta el momento, casi 50.000 personas han fallecido y millones han quedado sin hogar. Del total, prácticamente 9 de cada 10 víctimas fueron turcos que se vieron atrapados en las ruinas de sus ciudades, que quedaron pulverizadas por la fuerza de la tierra. 

“Somos testigos del peor desastre natural en la región europea en un siglo y aún estamos midiendo su amplitud”, Hans Kluge, director regional de la OMS para Europa. 

La devastación del hecho llama la atención si se compara con algunos terremotos más recientes, especialmente en Chile, un país caracterizado por su sismicidad. Solo para dimensionar, el 27F dejó un saldo de 520 víctimas fatales, mayoritariamente afectadas por el tsunami generado en las costas de la zona central. Y es que, en general, las estructuras de los edificios lograron tolerar el evento de manera exitosa. Entonces, ¿qué pasó en Turquía?

Una parte del análisis debe enfocarse en las características técnicas del sismo. Su profundidad fue de 18 kilómetros, lo que es considerado bastante superficial para estándares telúricos. Esto provoca que la energía liberada llegue con una mayor intensidad y vibración hacia la superficie, teniendo un mayor potencial destructivo. 

Por otra parte, el movimiento fue provocado por una falla, es decir, fracturas en la corteza terrestre de varios kilómetros de largo; que con el paso de los siglos acumulan energía que se termina liberando a través de los sismos. Este tipo de movimiento también es particularmente destructivo. Eso explica las advertencias constantes de los expertos en Santiago por la peligrosa tendencia a construir sobre la falla de San Ramón que pasa por los faldeos de la cordillera. Además, la falla activada en Turquía se extendía por cientos de kilómetros, atravesando varias ciudades del país.

Aunque estos elementos explican la catástrofe, el factor humano ha sido muchísimo más determinante en sus consecuencias. Si se pudiera resumir en una palabra: corrupción. 

El actual líder turco, Recep Tayyip Erdogan está por cumplir 20 años al mando del país. Irónicamente, para ser electo, utilizó como estrategia denunciar el manejo estatal frente al terremoto que dicho país vivió en 1999. Un contundente respaldo electoral durante gran parte de su mandato le ha permitido modificar la constitución para centralizar el poder político en su figura, debilitando la fuerza de las instituciones para controlar sus actos. Lo anterior ha permitido que cercanos suyos se enriquezcan excesivamente consiguiendo licitaciones para diversos proyectos, entre ellos, miles de edificios que quedaron hechos añicos por dicho desastre natural.  

Aunque teóricamente Turquía tiene altos estándares de construcción por su gran vulnerabilidad sísmica, la catástrofe reveló que estos estuvieron lejos de aplicarse. Eso se explica porque los expertos del país no tienen facultades para fiscalizar a las instituciones, que están lideradas por poderosas personas con conexiones políticas, fieles a Erdogan. Y es que al hacerlo, podrían perder su trabajo.

Como el terremoto fue de noche, gran parte de las personas estaban durmiendo por lo cual fue imposible escapar de los colapsos. Como guinda de la torta, el terremoto se dio en pleno invierno, con temperaturas que podían alcanzar los -10 grados, haciendo mas difícil la supervivencia afuera de las casas y departamentos.  

La devastación del sismo también hizo imprescindible una rápida operación de rescate. Sin embargo, muchos testimonios afirman que la ayuda estatal recién empezó a llegar después de 48 horas, tiempo que es clave para encontrar sobrevivientes, potenciando así el número de víctimas fatales. 

La principal agencia encargada de lidiar con los desastres en Turquía -algo así como la ONEMI chilena- era liderada por un licenciado en teología islámica, sin experiencia en rescates y que solo debía su cargo a la cercanía con el presidente.

Con un bajísimo financiamiento para un país de 80 millones de personas, el Estado se vio paralizado a actuar en momentos clave a raíz de su concentración de poder político. 

El nivel de devastación en Turquía hace pensar que éste será uno de los desastres naturales más caros del siglo, y un desafío enorme para un Estado que se ve carcomido por el amiguismo y la ineficiencia. A mediados de este año, Erdogan enfrentará nuevamente a las elecciones. Las regiones afectadas por el sismo suelen ser un bolsón electoral seguro para él, por lo que la desesperación e ira vividas por millones de personas podrían tornarse en una gran amenaza para mantener su posición. Así como la fuerza de la tierra fue una de las claves para la llegada al poder de Erdogan, ahora podría ser la razón de su fin.

Escrito por

Fernando Mendoza estudió licenciatura en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile y tiene un máster en Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente, tiene un newsletter de actualidad internacional llamado “La Dosis”

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