Durante lo que va de 2022, Sri Lanka ha experimentado uno de sus periodos más convulsos tras obtener su independencia de los británicos hace más de siete décadas.
El principal motivo que origina esta situación radica en la gravísima crisis económica que atraviesa el país y que ha provocado un amplio descontento social. Uno de sus puntos más álgidos fue cuando miles de manifestantes ingresaron a la casa presidencial, obligando a la máxima autoridad, Gotabaya Rajapaksa, a escapar por su vida, presentando días después su renuncia por mail desde el extranjero.
Aquel simbólico acto no tiene nada de azaroso. Una gran fracción de la población responsabiliza a la familia Rajapaksa como la principal culpable de la crítica situación existente. Controlando posiciones claves del Estado en la última década, una seguidilla de malas decisiones económicas tomadas por el clan, encaminaron al país hacia el abismo.
Todo partió con una creciente tendencia del gobierno a endeudarse, lo cual fue complementado con distintas medidas que disminuyeron la recaudación de recursos. Para aliviar esto, el gobierno decidió imprimir dinero para encontrar financiamiento, generando una inflación tal que logró desvalorizar la moneda nacional (rupia). Un error garrafal. Para peor suerte, unos atentados motivados por fundamentalismo islámico -algo rara vez visto en la isla-, devastaron al turismo, otro motor de la economía.
En esta delicada posición, Sri Lanka llegó a la pandemia. La paralización del comercio internacional en 2020 generó un grave desplome en la economía global. A pesar que existían expectativas sobre una mejoría en la situación luego del relajamiento de las cuarentenas, la guerra en Ucrania hizo saltar todo por los aires. Una alta inflación impulsada por el alza de los precios del petróleo y los alimentos empezó a presionar el bolsillo de millones.
La isla -fuertemente dependiente de las importaciones- vio cómo los precios de todos los bienes aumentaban sin parar. Mientras la bencina empezaba a escasear, los remedios se hacían cada vez más difíciles de conseguir y muchos habitantes incluso debieron reducir su ingesta de alimentos. Con la inflación disparada y un Estado incapaz de generar ingresos, el país tuvo que reconocer que no iba a ser capaz de pagar su deuda externa. Lo anterior obligó a Sri Lanka a negociar con el Fondo Monetario Internacional, y de no llegar a un acuerdo, el país entraría oficialmente en default, forzándolo a financiarse por sí mismo.
La directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Grigoreva, expresó preocupación sobre aquellos países con “altos niveles de deuda y poco margen político” que, presionados por el contexto económico actual, parecen encaminados a un estallido. La combinación de una alta inflación, altos precios de la energía, encarecimiento del préstamo y un dólar fuerte generan una tormenta perfecta para otros gobiernos que podrían declararse incapaces de pagar su deuda, generando efectos devastadores en las ya debilitadas economías. El país en el mundo con más riesgo de default es Argentina, por lo que existe gran expectación por las ultimas decisiones del gobierno frente a la compleja situación de cara al futuro.