Qatar: el precio de la ambición

28.11.2022
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Como uno de los eventos más vistos en todo el planeta, la Copa del Mundo de la FIFA capta una importante atención de la pauta periodística durante el mes en el que se desarrolla.

A diferencia de otras ediciones, diversas voces han expresado su descontento por el evento. Mientras varios artistas se han negado tajantemente a participar en su realización (entre ellos, Dua Lipa, Shakira y Rod Stewart), otros grupos han fomentado un boicot para no ver los partidos.

¿La razón? La extensa corrupción y violaciones a los derechos humanos en las que el pequeño estado de Medio Oriente ha incurrido para conseguir su enorme ambición de organizar el campeonato.

La idea de Qatar está ligada a la familia Al Thani, quién ha dominado la península donde se sitúa el desértico país desde el 1847. Al poco tiempo, el lugar cayó bajo dominio Otomano, teniendo el clan que compartir su poder con las autoridades turcas. El fin de la Primera Guerra Mundial implicó la desaparición de aquel imperio, motivo por el cual se transformó en un protectorado británico (es decir, con autonomía interna, pero con relaciones exteriores y de defensa subordinadas a Londres).

Recién en 1971, Qatar obtuvo su independencia total, entregándole un inmenso poder a los Al Thani. Experimentando un acelerado crecimiento gracias a sus vastas reservas petroleras, su potente billetera impulsó paralelamente una fuerte ambición por parte de la familia real, deseando convertir al microestado en un influyente actor económico y político global.

Una excelente oportunidad para alcanzar aquella meta ocurrió hace un poco más de una década, luego de su triunfo en la competencia para convertirse en la actual sede mundialera. Ya desde ese minuto, la decisión causó suspicacia, debido a que varios de sus componentes geográficos iban contra toda lógica deportiva.

Elegir a Qatar como destino implicaba que, por primera vez en la historia, el certamen se iniciaría a fin de año. Jugar en la tradicional fecha de realización era imposible considerando las altas temperaturas que podrían rozar hasta los 50 grados, sumado a una agobiante humedad. Además de la escasa cultura futbolística del país, su tamaño de apenas 12.000 km2 (menor a la Región Metropolitana), sembraba dudas respecto a la capacidad física de poder albergar un evento de tal naturaleza, particularmente al tener solo una ciudad relevante: Doha.

Con el paso del tiempo, numerosas filtraciones argumentaron el por qué de la extraña decisión: millonarias coimas entregadas por los Al Thani a los encargados de asignar la sede.

A pesar de aquello, no hubo ninguna sanción o voluntad de abordar la situación, lanzándose de lleno Qatar a un masivo plan de construcción para llevar a cabo el campeonato.

Con un costo recientemente estimado en al menos 200 mil millones de dólares, más de 15 veces que lo invertido en el último mundial en Rusia; se levantaron nuevas ciudades, media docena de estadios, varias líneas de metro, entre otros. Esta impresionante muestra de poder contrastó con las crecientes acusaciones de explotación laboral, al existir abusivas condiciones que permitieron a los empleadores un control casi total sobre trabajadores provenientes del subcontinente indio. Sumado a esto, se cree que cientos, incluso miles de personas; murieron ante las duras condiciones ambientales y laborales ofrecidas.

Otra fuente más reciente de polémica fue aquella generada por las contradicciones que genera la ley islámica, que rige a Qatar, con un evento de la naturaleza de un mundial de futbol. La prohibición de tomar alcohol que aparece en el Corán -texto sagrado de los musulmanes- ha provocado polémica y la furia de más de algún hincha por las dificultades que los locales han entregado para conseguir una cerveza. Aunque eso queda en un sinsentido, cuando se piensa, por ejemplo; en las críticas que ha esgrimido el movimiento LGTB hacia la pena de muerte que tiene la orientación sexual en dicho país.

A pesar de todo el ruido generado, aquellas críticas han pasado a segundo plano luego del inicio de los partidos, convirtiéndose los goles en el centro del debate. Mientras tanto, los Al Thani miran con ansiedad la realización del evento esperando que su masivo costo sirva en ubicar a la pequeña península en el mapa, logrando alcanzar la ambición que finalmente justificó la organización del evento. 

Escrito por

Fernando Mendoza estudió licenciatura en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile y tiene un máster en Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente, tiene un newsletter de actualidad internacional llamado “La Dosis”

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