Fernando Mendoza

¿Por qué Putin no fue al funeral de Gorbachov?

29.09.2022
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La muerte de Mijaíl Gorbachov generó una avalancha de reacciones a lo largo de la prensa mundial.

Diversos obituarios publicados en medios occidentales destacaron su importancia en permitir un fin pacífico de la Guerra Fría, mientras que varios países de Europa del Este reiteraron su admiración por el papel que tuvo en poner fin a la intervención de Moscú en los asuntos internos de sus gobiernos. Lo anterior contrastó con la reacción del Kremlin que, además de la evidente ausencia de Vladimir Putin al funeral, no ha mostrado una imagen tan benevolente de este personaje en la opinión pública.

¿Pero quién era Mijaíl Gorbachov? En 1985, Mijaíl Gorbachov asumió como líder de la Unión Soviética. A pesar de ser un convencido comunista, era consciente que el país necesitaba realizar urgentes reformas para hacerlo más competitivo frente a Estados Unidos. Con esto en mente, se lanzó la perestroika (reestructuración), un ambicioso plan que buscaba introducir elementos del mercado a una paralizada economía dominada exclusivamente por el Estado. Además, propuso implementar una parcial democratización del sistema político monopolizado por el Partido Comunista.

Paralelamente, introdujo la Glasnost (apertura), aspirando a mejorar la transparencia en las actividades del Estado, fomentando la libertad de prensa y el debate público. A nivel de política exterior, implementó un nuevo trato en su relación con los Estados del Este Europeo. A diferencia de años anteriores, donde tropas soviéticas invadieron capitales europeas cuando buscaban una mayor flexibilidad de Moscú, ahora prometía libertad de acción a sus gobernantes.     

Con el paso de los años, aquellos cambios empezaron a provocar exactamente el efecto contrario que deseaba el líder soviético.

La creación de un nuevo parlamento -mitad electo y mitad designado por el partido- abrió el camino para que ambiciosos políticos, dentro de las 15 repúblicas que formaban la URSS, empezaran a pedir más poderes. La prensa libre permitió que la población viera horas de estos inéditos debates políticos, muchas veces plagados de críticas al régimen, perdiendo el miedo a expresarse. La caída del Muro de Berlín, animada enormemente por el espíritu reformista fomentado por el propio Gorbachov, terminó por dar un duro golpe al movimiento comunista mundial. Además, en apenas un par de semanas, Moscú perdió la influencia de una considerable porción de Europa sin disparar ninguna bala.

Para el año 1991, empezó a quedar en evidencia que las reformas económicas no tuvieron efecto alguno, reflejadas por la detonación de una gravísima crisis. Un fracasado intento de golpe de Estado por parte del Partido Comunista, que deseaba reestablecer su influencia perdida, motivaron a que varias repúblicas declararan su independencia de Moscú. Quedando sin poder político, Gorbachov renunció el 25 de diciembre, simbolizando con ello el fin de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética.

La caída del comunismo implicó una inmediata pérdida de relevancia internacional de Rusia, sucesora política de la URSS. A pesar de su gigantesco arsenal nuclear, el nuevo país tuvo una mínima influencia en los asuntos globales. Por otra parte, el nuevo gobierno decidió implementar drásticas reformas económicas de libre mercado, que provocaron un desplome de la calidad de vida de amplios sectores de la sociedad. La privatización de una economía dominada por el Estado enriqueció a unos pocos de formas impensadas, dejando a muchos fuera de aquellas ganancias.

Todos estos acontecimientos crearon una sensación de humillación y frustración en millones, provocando que a fines de los 90 surgiera un personaje político prometiendo revertir estas sensaciones: Vladimir Putin. Responsabilizando al fin de la URSS como el causante de estos males –a la cual el propio presidente ha declarado como la peor tragedia política del siglo XX–, hoy el presidente ruso no ve muchas razones para homenajear al líder muerto. Además de no ir a su entierro, tampoco realizó un funeral de Estado, demostrando la incomodidad que le provoca un personaje casi idolatrado por Occidente.

Escrito por

Fernando Mendoza estudió licenciatura en Historia en la Pontificia Universidad Católica de Chile y tiene un máster en Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente, tiene un newsletter de actualidad internacional llamado “La Dosis”

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