Juan Carlos Jobet

Los desafíos del medioambiente que debemos enfrentar

30.05.2022
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La principal amenaza y desafío de nuestra generación es también la mayor oportunidad para Chile: el cambio climático. Si hacemos las cosas bien, Chile, un país ubicado al fin del mundo, puede estar al centro de la lucha global contra el calentamiento global. Un territorio pequeño como el nuestro puede ayudar a resolver el problema más grande de la humanidad.

¿Por qué? Por nuestro enorme potencial de energías limpias y por nuestras reservas de minerales esenciales como cobre y litio. Y ya hemos empezado a dar los primeros pasos. Pero vamos por parte.

Para frenar el cambio climático, debemos transformar completamente la forma en que producimos y consumimos energía, y hacerlo antes que termine esta década. No tenemos más tiempo. El sector energía es responsable de cerca del 75% de las emisiones que generan el cambio climático. 

El plan para bajar las emisiones del sector es simple de entender, pero difícil de ejecutar. Debemos producir mucha electricidad con fuentes renovables como el sol y el viento, y luego usar esa electricidad limpia (y que además es más barata), para reemplazar a los combustibles fósiles en todo lo que hacemos: en transporte, en nuestras industrias, hogares, oficinas, comercios.

Para producir electricidad limpia ya estamos retirando las centrales a carbón del sistema, y desarrollando aceleradamente las renovables. En 2021, casi duplicamos la capacidad solar y eólica, en un solo año, y a pesar de la pandemia. Las estimaciones del Ministerio de Energía muestran que tendremos una matriz 85% renovable en 2030 y 100% renovable en 2050. Tenemos que construir líneas de transmisión para traer esa energía limpia a las ciudades y aumentar la capacidad de almacenar la electricidad renovable para las horas que no hay sol ni viento. Pero estamos dando pasos importantes en regulación y nuevos proyectos, y la tecnología avanza muy rápido. 

Estamos avanzando también en electromovilidad para limpiar el transporte, en usar electricidad limpia en nuestra minería, o en desalar agua de mar o construir data centers, que son ambos sectores muy intensivos en electricidad. Además, estamos dando los primeros pasos para usar esa agua desalada para hacer agricultura en el desierto, aumentar nuestras hectáreas cultivables y así generar empleo y desarrollo.

Pero la verdad es que nuestro potencial de energía renovable es tan inmenso, que podemos exportar energía limpia al mundo. Para darse una idea de la oportunidad: podríamos construir capacidad solar y eólica equivalente a 80 veces el actual tamaño de nuestra matriz eléctrica. Eso significa que nunca podremos usar toda esa energía acá. Y que podemos exportarla a los países que no tienen ese potencial renovable y necesitarán importar: la mayoría de Europa, Japón, Corea, Singapur y otros en Asia, en parte Estados Unidos. La oportunidad es gigantesca. 

Ahora, ¿cómo exportamos esa electricidad limpia a lugares tan lejanos? La mejor manera de hacerlo hoy es convirtiendo esa electricidad renovable en hidrógeno verde.

Con electrólisis —una tecnología antigua, pero que antes de la revolución de las renovables era muy cara— usamos electricidad para romper moléculas de agua (H2O), separando el oxígeno del hidrógeno. Y ese hidrógeno comprimido (más adelante, porque todavía es caro), o combinado con nitrógeno (amoníaco) o con CO2 (metanol o combustibles sintéticos), lo podemos exportar en barco a cualquier lugar del mundo. Y dada nuestra ubicación, por rutas abiertas por el Pacífico o el Atlántico, sin los riesgos de los estrechos de Hormuz o de Malacca, o del Canal de Suez. 

El potencial del hidrógeno es gigantesco. Según las estimaciones serias que he visto, va a representar entre un 10% y hasta un 20% de la demanda global de energía en 2050. Eso es un mercado de, digamos, 2,5 millones de millones de dólares por año. Y Chile puede ser el productor más barato del mundo. Sí, el más barato, porque la radiación solar del desierto de Atacama es la mejor del planeta, y lo mismo nuestros vientos en la Patagonia. Eso permite producir electricidad muy barata y, con ella, hidrógeno a bajo precio.  

¿Por qué va a ser tan grande ese mercado? Primero, porque el hidrógeno verde y sus derivados (amoníaco, metanol y combustibles sintéticos) son completamente limpios, carbono neutrales, por lo que no generan calentamiento global. Y segundo, porque hay bastante consenso en que van a ser la mejor solución para reemplazar al petróleo como combustible en el transporte marítimo y aéreo, y en el terrestre pesado o de larga distancia. 

La industria del hidrógeno en Chile ya partió. Tenemos más de 60 proyectos en desarrollo en las distintas regiones. Sus usos locales permitirán limpiar nuestra minería, al usar hidrógeno en vez de diésel en los camiones; nuestra agricultura, al producir fertilizantes cero emisiones (con amoníaco verde); nuestra producción de acero o cemento, bajando sus emisiones, o cambiar la identidad de nuestras ciudades al usar hidrógeno para calefacción o en las industrias. Y Magallanes, además de atraer inversión y desarrollar infraestructura, puede lograr un sello distintivo al usar hidrógeno como combustible en los barcos de turismo antártico, o en el transporte de la ciudad.

Además, las estimaciones de nuestra Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde (que desarrollamos con apoyo transversal y mirada de largo plazo) muestran que esta nueva industria va a crear cientos de miles de empleos desde el desierto en el norte hasta Magallanes, y va a generar exportaciones que pueden llegar a 50 mil millones de dólares anuales en 2050. Para tener una referencia, las exportaciones de cobre el año pasado fueron 37 mil.

¿Va a reemplazar esta industria a la minería? Claro que no, la va a complementar, porque la agenda climática va a requerir muchos minerales como cobre y litio, lo que abre una gran oportunidad para nuestra industria minera. Pero esa historia es para la próxima entrega…

Escrito por

Ingeniero Comercial de la Pontificia Universidad Católica de Chile y MBA y MPA de Harvard, estuvo a cargo de diferentes ministerios en Chile y actualmente es Distinguished Visiting Fellow del Center on Global Energy Policy de la Universidad de Columbia y Decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez.

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