Constanza Miranda

Registrar la vida cotidiana

29.07.2022
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En este mundo veloz y líquido, poner atención a la vida cotidiana se siente, y posiblemente sea, un valioso gesto de resistencia. Es por esto que me he interesado en ponerle particular atención a la corriente de fotógrafas, fotógrafos y teóricos que están confiados en el poder que tiene lo cotidiano para dar cuenta de procesos históricos y sociales.

La vida cotidiana puede servir como lente metodológico para comprender y analizar lo que nos rodea. Y verlo desde ese lugar nos hace valorar su existencia. 

Esto queda claro cuando observamos el trabajo de Rinko Kawauchi y su mirada oriental sobre cómo abordar lo emocional desde el día a día. No se refiere a lo espectacular en tanto “parecer”, sino que a la vida simple que llevamos a diario. En su libro fotográfico, Iluminascence, ella reflexiona: “Necesito que muchos elementos se unan en una serie para crear un estado de ánimo, no sólo retratos, sino que sumar temas aparentemente no relacionados, como paisajes y pequeños detalles, así como diferentes estados de ánimo y atmósfera, expresando mis propios sentimientos sobre el paso del tiempo o la fragilidad de vida. Son imágenes metafóricas, realmente, sobre cuán frágil es nuestro mundo”.

Me hace sentido sobre todo el concepto de fragilidad que comparten muchos fotógrafos y fotógrafas que ponen en el centro la vida cotidiana. La recién mencionada Rinko Kawauchi, como también Laura Pannack, Olya Ivanova, Nadia Sablin y tantas otras. 

El exponerse y exponer a otros de manera limpia, horizontal, sin capas ni máscaras nos permite comprender procesos internos, tanto del retratado como de su vida. Y obviamente también de quién ejecuta la imagen. Así entramos en el juego de la dialéctica de la apertura total. Si no es eso la fragilidad, ¿qué sería?

Los afectos ordinarios y comunes son las variadas capacidades de afectar y ser afectado que dan a la vida cotidiana la calidad de un movimiento continuo de relaciones, escenas y emergencias. 

Así lo entiende la antropóloga estadounidense Katleen Stewart, quién en su libro Ordinary Affects ​​despliega una interesante investigación desbordada de sensaciones.

En dicha publicación, Stewart parece haber asumido el giro afectivo al denotar el movimiento más reciente de la exploración discursiva de lo cotidiano a una representación de las intensidades afectivas que se acumulan en los momentos más simples. Nuestra vida, para ella, es un sedimento de afectos y experiencias simples. Es lindo verlo así. 

Lo interesante es que lo afectivo puede pensarse como una textura que se expresa en un momento histórico, donde la sensación de estar aquí y ahora se manifiesta en las experiencias, en los hábitos, en las sensaciones y en las materialidades. Eso me suena a una membrana que es permeable, donde si bien existe una cierta solidez, se afecta y modifica constantemente.

Esto está en la línea de investigaciones del campo de las ciencias, como lo planteado por Humberto Maturana y Francisco Varela cuando describen el concepto de “sensibilidad” y señalan que es la condición de receptividad y porosidad. Es decir, de membrana de todo ser vivo.

Pienso que al ser membrana, separa y conecta con otros. Y eso se parece a una foto. Ambas tienen textura y capacidad de afectación infinita.

Cuando abordamos lo afectivo, nos encontramos dentro de una sensación de estar en medio de algo, frente a una situación o un momento que apenas se está componiendo. Y vuelve a emerger un concepto que utilizamos constantemente quienes nos dedicamos a las artes: componer. Como fotógrafos, este gesto creativo y expresivo nos permite elegir, dentro de lo que ya existe, lo que tomamos como nuestro y deseamos devolverle a quienes observan nuestro trabajo.

Somos espejo y ventana de afectos. 

Entremedio de nosotros, todo pasa.

Escrito por

Periodista, fotógrafa y actualmente está cursando un Magíster en Artes Visuales. Enfocada en lo documental, se dedica especialmente al retrato y al registro de la intimidad.

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