Dominique Karahanian

Deconstruir la masculinidad

27.10.2022
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Escribir esto en mi cabeza parecía muy fácil, pero plasmarlo en un papel demoró varios días. Creía que no tenía mucho que decir, ni menos opinar respecto de algo que viven otros. Me sentí como Rebeca Solnit en su libro “Los hombres me explican cosas”, pero al revés.

Antes de seguir escribiendo, soy una mujer en sus cuarentas, criada en una cultura machista, que se considera una feminista en construcción, o una mala feminista citando a Roxane Gay.

Desde hace un tiempo que vengo reflexionando sobre las nuevas masculinidades y, especialmente, cómo es que los hombres de hoy se relacionan con mujeres. Más específicamente, pensé en un grupo etario: hombres sobre 40 años. Investigando me encontré con una campaña del PNUD por redes sociales sobre este tema, que tenía una bajada que decía: “Aprendamos a ser mejores hombres”. Mi prejuicio positivo me hace pensar que los más jóvenes lo tienen, más o menos, resuelto.

Pero, ¿qué pasa con los demás? ¿Qué es eso de ser mejores hombres? ¿Hay acaso un listado de cosas que deben hacer, para alcanzar esa mejor versión?

En el post, me encontré con algunos comentarios que daban ciertas luces: dejar de ejercer violencia, acabar con el abuso de poder, conectarse con las emociones y abandonar las normas rígidas del patriarcado.

Si bien aún es incipiente el porcentaje de hombres que están re-pensando los mandatos que fueron incorporando en sus vidas, no es arriesgado decir que la masculinidad hegemónica ha empezado a desmoronarse. Eso, por ejemplo, se ve en cómo ellos se están relacionando sexoafectivamente con mujeres que a su vez, también están en su propio proceso de deconstrucción. ¿Cómo encontrarse en un espacio que está en movimiento? A diario, como psicoterapeuta escucho quejas, tanto de hombres como de mujeres mayores, que no saben cómo seducir o que se sienten en tierra de nadie. Ellas en general refieren que han perdido destrezas, habilidades para conquistar y que sus pinches son “una lata”. Hay desencuentros, lecturas muy disímiles entre lo que quiere uno y otro. Pero sobre todo diferencias que se parecen más a una batalla, que a un encuentro amoroso.

Hagamos el ejercicio de incorporar la variable etaria y todos los supuestos sociales aparejados con la edad. ¿Vivirá de la misma manera esta deconstrucción un hombre de 20 que uno de 40 años? ¿Cómo se aproximan hoy, con todos estos cambios, a las mujeres? ¿Sentirán la misma certeza de antaño? ¿O será que ya no están disponibles las claves para poder vincularse? La propuesta social, históricamente, ha dejado a los hombres en un espacio estrecho por el que han tenido que moverse en relación con sus interese amorosos: esto es proveer, seducir, proteger y detentar el poder. Pero esos límites, rígidos y conservadores, cada día se están desdibujando más.  

En lo personal, me cuesta pensar en la co-construcción de una sociedad donde se crea que solo un grupo debe cambiar, mientras el otro permanece intacto. Como sociedad somos un sistema, y como ya es sabido, si se modifica una pieza, todo lo demás tendrá su correspondiente alteración.

Pienso que el concepto de nuevas masculinidades trae aparejada la idea de movimiento: salir de la zona de confort para transitar hacia la deconstrucción. Ser hombre no siempre ha significado lo mismo, ni lo significará para siempre. En los últimos años, varias generaciones de hombres han intentado construir nuevas formas de masculinidad reflexionando en torno a los mandatos sociales aprendidos durante la primera etapa de sus vidas. Se han ido revisando. Y han tratado de conectar con lo que sienten, respondiendo acorde a sus emociones y no haciéndolo desde, por ejemplo, la rabia, la clásica expresión que ha sido permitida.

Creo que estamos en un proceso complejo, donde en cada esquina, nos encontramos cegados por nuestras creencias, sobre qué es lo correcto y cómo se debe comportar el otro, cerrando muchas veces la posibilidad de diálogo, de entendimiento y de explicitar qué es lo que sentimos, necesitamos y queremos. Sin duda, es un camino difícil, pero mostrarse tal cual podría ser una tremenda oportunidad para dar cuenta que también ellos son vulnerables y que, como todos, necesitan ayuda en ciertos momentos. Al final, todo esto se trata de resignificar lo que implica ser hombre, de darle nuevos sentidos, para ser un poco más libres.

Escrito por

Dominique Karahanian es psicoterapeuta de parejas, familias e individual y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica.

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